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jueves, 10 de junio de 2010

El caudillo postmoderno: Abajo los pantalones, arriba los outsider







La ciencia política ha fracasado en América Latina, en tanto ha sido incapaz no solo de identificar, sino de analizar con rigurosidad el fenómeno del outsider y sus variadas manifestaciones. Más aún, algunos politólogos lo calificaron a priori como un fenómeno pernicioso para la democracia, abogando sólo por hacer más eficiente el status quo partidario.

Otras lo calificaron como un hecho anecdótico, por tanto episódico y pasajero. Eso lo dijeron hace 25 años cuando apareció Palenque en Bolivia o Belmont en Perú.

Peor aún, afirmaron que éste era un fenómeno exclusivo de la marginalidad y de países anómicos, razón por la cual consideraron que era un caso propio de la región andina (Ecuador, Perú y Bolivia); el tiempo demostró el profundo error de estos académicos, cuando el suceso se extendió a Venezuela, Argentina, México e incluso Chile. Es más, había que preguntarse si el caso Obama, no es acaso un matiz de los liderazgos postmodernos en las sociedades opulentas.

Por tanto, el fenómeno no es temporal, sino marca una tendencia recurrente en Sudamérica, los outsider no son una patología, sino son una respuesta democrática a la artrosis de los sistemas políticos, pero además, no son exclusivos de los países pobres o emergentes, sino también amenazan a las sociedades centrales.

En Italia los partidos regionales, en Alemania los verdes o en Inglaterra los socialdemócratas –minoritarios y marginales- se constituyen en piezas claves de la estabilidad parlamentaria.

¿Por qué un joven como Marco Enríquez-Ominami amenaza la Presidencia del país más estable económica de la región? ¿Por qué los éxitos económicos de Chile no han evadido a los outsiders?

¿Por qué en el Perú recurrentemente el electorado busca un nuevo outsider? Si ya ensayamos con Fujimori, Toledo y Castañeda. Por que un comunicador como Jaime Bayly, sin partido, sin militantes y sin logística, sólo basado en su carisma podría determinar en la segunda vuelta electoral quien es el Presidente en el Perú el 2011.

En Colombia, ni los éxitos de Uribe, el hombre del sistema, han vacunado a su electorado, contra la arremetida del excéntrico Antanas Mockus, aquel Rector que en 1990 se enfrentó a la politiquería en la Universidad Nacional bajándose los pantalones en público y mostrando sus posaderas como su mejor protesta. Conservadores y liberales, ven avanzada su hegemonía ante este desfachatado candidato.

Mockus, resume mejor que otros éstas inéditas manifestaciones anti-sistema. Llegó como independiente a la alcaldía de Bogotá, hizo su campaña en bicicleta, se vistió de Chapulín para ordenar una de las ciudades con mayor criminalidad de Latinoamérica. Hizo una gestión exitosa, basada en una comunicación de gestos.

Hoy asume el liderazgo de un movimiento ecológico, el Partido Verde, que reune una federación de ex-Alcaldes, que se someten a primarias auténticas, donde resulta victorioso el ex-Rector.

El outsider, impugna el sistema político, indistintamente, desde la izquierda o la derecha. Ollanta, desde la izquierda, Fujimori desde la derecha. Su electorado es emergente o no está incluido materialmente en el sistema político: las minorías étnicas, los grupos religiosos no católicos, los informales, los ecologistas y los jóvenes.

La primera base de apoyo de Obama fueron los jóvenes. El motor de la campaña de Mockus son los universitarios. El 10% de intención de votos de Bayly está concentrado en el segmento juvenil, (7 de cada 10 votantes del escritor son adolescentes), más aún si los escolares pudieran sufragar, Bayly estaría punteando las presidenciales.

Subestimar éste hecho, es no comprender el dinamismo político y sus múltiples expresiones, incapaces de ser representada por los partidos políticos clásicos cuyos discursos demagógicos, militancia regimentada y accionar furtivo colisionan con el mundo postmoderno: plural, inclusivo, transparente, simbólico y con nuevos valores.

Cuando Antanas Mockus se bajó los pantalones en público, estaba desnudando al nuevo actor político, que el “análisis” político, enfrascado en sus etéreas teorías, se niega a reconocer, a pesar de los impactantes resultados electorales.

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