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jueves, 10 de junio de 2010

El nuevo hermanón

Hace 20 años un pequeño movimiento vecinal (“Obras”) se enfrentó al sistema de partidos hegemónicos y lo venció de manera categórica a pesar que los medios de comunicación, los grupos económicos y el aparato del Estado buscaron evitar siquiera su presencia.

¿Qué había pasado? Desde 1978 se reconstruyó un sistema de partidos (PAP, PPC y AP) que se alternó el poder con resultados deficitarios para los electores. Hasta 1983 la izquierda fue la fuerza que encarnó la protesta y la alternativa al sistema partidario.

El éxito de Alfonso Barrantes Lingan (1927-2000) fue encarnar esta emergencia social a través de la gestión municipal. No obstante, la izquierda rápidamente se incorporó al poder, de outsider terminó formando parte del Estado burgués, que en sus proclamas anunciaba sustituir. Hoy la izquierda caviar no sólo es el más fiero defensor del sistema, sino su conciencia rentada.

En términos estadísticos la democracia de la década del ochenta, no fue superior al velasquismo de los setenta, la violencia política agravó más aún cualquier posibilidad de redistribución económica. Fernando Belaúnde ganó las elecciones con las expectativas del 45%, tras un gobierno decepcionante, salió con el 7%; la esperanza la encarnó el joven Alan García que obtuvo el 45% de los votos de las elecciones de 1985 y el PAP se retiró en 1990 en medio del repudio del 80% de los peruanos.

Ni una coalición de partidos (Fredemo) pudo frenar la furia electoral en 1990. El voto de castigo lo encarnó Fujimori cuyo discurso antipartido capitalizó una base electoral de los excluidos del sistema de representación.

La legitimidad del fujimorismo en la década del noventa no fue moral, sino puramente estadística, estableciéndose que los sistemas políticos no sólo se afirman por su origen, sino además, por sus resultados: contuvo la inflación, derrotó a la subversión y mejoró los indicadores económicos.

Vulnerado el sistema de partidos políticos, surgieron contrapesos al propio Fujimori, apareciendo los nuevos liderazgos “independientes”, con Alberto Andrade, Luis Castañeda Lossio, Javier Pérez de Cuellar y el propio Alejandro Toledo.

Con la caída del fujimorismo en el 2000, se consideraba que el ciclo de los outsider se cerraba definitivamente en el Perú. No fue así: Toledo, también, ganó por ser independiente en el 2001.

No obstante, las elecciones municipales del 2003, contra todo lo interesado que se dijo: fueron ganadas por los movimientos independientes. Así los partidos políticos ganaron mayoritariamente en las provincias (cerca de 200), empero en los distritos (mas de 2000) ganaron los movimientos vecinales e independientes. Nuevamente, surgió la contradicción entre sistema de partidos y listas independientes, entre militantes y outsider, entre lo tradicional y lo emergente. Más aún, se inventó la contradicción entre los “demócratas” y los anti-sistema.

Para cerrar el circulo de hierro los partidos políticos establecieron una valla electoral del 4%, promovida desde un Congreso carente de toda legitimidad, en una alianza entre el PAP, UN y Perú Posible.

Cuando ganó Alan García (2006) se proclamó que se había salvado el sistema, soslayando que de cada 10 votantes, 5 habían sufragado independiente y de manera radical. El Norte y Lima habían sostenido el sistema, en tanto el resto del país había sido contestatario.

Hoy ese escenario no ha cambiado, evidenciando que las elecciones regionales y municipalidades serán ganadas por las listas independientes o los frentes regionales, quienes han podido consolidarse localmente, empero carecen de un discurso nacional, con la defección de Simón, que desperdicio este liderazgo.

Vistas así las cosas ¿Cuál será el escenario del 2011? Keiko Fujimori y Ollanta Humala, acaparan el sufragio convencional de derecha y de izquierda. Hay otro 50% del país que rechaza estas candidaturas.

Si el país se polariza el centro político puede capitalizar, pero este no puede ser el Frente de Centro de Toledo, pues este reproduce al fracasado FREDEMO (66% rechaza esta maniobra electoral), sino el centro que pretende los cambios dentro de la moderación. El outsider no necesita padrinos, requiere estar lejos de la clase política. El único que hasta el momento no ha malgastado su patrimonio electoral es Castañeda. ¿Qué le falta? Decidirse.

Sus críticos dirán: es más de lo mismo, es mudo, es limeño. Si se asocia al PPC o a Perú Posible caería en la trampa de “mas de lo mismo”. Castañeda no necesita hablar para acumular. El tercio electoral limeño, impulsa su rápida irradiación nacional, a Castañeda sólo le falta asumirse ser el outsider del 2011.

A pesar de la Ley de Partidos y la valla electoral el voto independiente se ha expresado de extremo a extremo. Si sumáramos el voto por los movimientos independientes y los contrastamos con el voto de los partidos, veríamos que estos últimos siguen siendo minoría. Esto evidencia la crisis de representación por la que atraviesa el sistema político peruano y por que los outsider son el factor desestabilizador y victorioso de este.

Ricardo Belmont destruyó el mito de la invencibilidad de los partidos políticos. ¿Luis Castañeda podrá vencer el karma de los exitosos Alcaldes de Lima, para convertirse en el hermanón del 2011?.

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