Un destacado funcionario del Banco Mundial asignado al Perú hizo un comentario que merece meditarlo: “Los peruanos en general son muy laboriosos, muchos llegan a trabajar 12 o 14 horas diarias, son muy esforzados en sus actividades; lo malo, es que son muy desorganizados, por tanto, todo lo que podrían ganar por su empeño, lo pierden con creces por las pésimas estructuras funcionales”.
Trabajamos mucho, no obstante, tenemos baja productividad ¿Qué ocurre en el ámbito formativo? En materia educativa pretendemos aumentar las horas de permanencia del niño en la escuela y del joven en la universidad, como lo hace la educación europea. Empero, no nos engañemos. Lo ideal que un niño y/o joven esté más tiempo formándose, sin embargo, estar muchas horas en el salón de clase no garantiza una formación de calidad, en algunos casos podría ser fuente de mayor aburrimiento.
Estudios de la Universidad Cayetano Heredia demostraron que el poder de concentración de nuestros alumnos estaba entre el 15% y 35%, esto significa que un educando estaba atendiendo con menos del 50% de su capacidad de memoria, lo que lo obliga a reestudiar –lo ya enseñado por el docente, con el sugestivo nombre de “repaso”-, lo que exteriorizará una baja productividad de los educandos en el ámbito del colegio, que posteriormente se expresará en el campo laboral.
¿Acaso estar muchas horas en clase garantiza adquirir más conocimientos de calidad? ¿Estamos preparando alumnos para la improductividad? Quizá, debemos volver a la frase del experto del Banco Mundial, que dice que trabajamos mucho, pero nuestra desorganización nos conduce a la pobreza.
Sin duda, la concentración de los alumnos, no solo es un tema de didáctica, sino intervienen otros factores: nutrición, motivación, comunicación y hasta de organización. Cuando Henry Ford, se planteó metas de rendimiento por cada trabajador, se pudo medir la productividad individual, estructurando una magnifica organización que produjo miles de autos Ford T.
La educación peruana en general debe superar como promedio el 50% de poder de concentración de sus alumnos, nada externo debe distraerlo, nada interior, inconsciente o abstracto, debe alejarlo mentalmente de la clase. Si eso conseguimos, sabremos que estamos informando y el alumno lo va asimilando en su lado consciente y, además, lo puede acompañar de un sentido crítico, posibilitando el uso práctico de los conocimientos, superando el “repaso”, que es memorizar o reestudiar lo no aprendido oportunamente.
El sistema escolástico era memorístico, pues no era admitía la crítica, hoy en una sociedad del conocimiento se requiere que los alumnos sean renovadores para crear nuevos conocimientos, para ello no hay que encasillarlos en una carpeta, sino entrenarlo en la agilidad de sus neuronas que finalmente será el músculo más duradero de su productividad futura.
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